FLORES PARA ELENA
Flores para Elena es un proyecto multidisciplinar acerca del hogar y la eternidad de los lazos familiares, donde Rocío Cuevas (León, 1989) transforma rincones emblemáticos de su pasado en altares temporales de belleza efímera. Cada ofrenda floral que realiza constituye un acto ritual de conexión con sus raíces, un modo de ponderar a su madre Elena y de reconsiderar la importancia del momento presente, de evocar a través de las flores el esplendor y la fragilidad de nuestras propias vidas.
Mario Castro Baro
Comisario y diseñador de la muestra
En Flores para Elena confluye el aprendizaje del arte floral transmitido por mi madre Elena, que fue florista hasta su jubilación, con otras disciplinas como la fotografía y la intervención. En este proyecto abordo temas relacionados con la memoria, los cuidados y el hogar.
Todo este ejercicio comenzó como un juego, hace muchos años, cuando llevaba a mi madre pequeños ramilletes de flores que recogía del campo. Siempre la veía rodeada de flores así que, para mí, esa era la mejor forma de expresarle el cariño que la tenía. Repetía a mi manera los ramos que le veía hacer para otras personas. Había observado la reacción que producían las flores en aquellos que las recogían. Aparecía siempre una sonrisa en sus caras y era justo lo que yo buscaba. De hecho, esto es algo que se ha demostrado científicamente.
Regalar flores provoca una Sonrisa de Duchenne, que es una expresión genuina considerada por los psicólogos como el único indicador de verdadera alegría. Las flores tienen efectos inmediatos y a largo plazo en las reacciones emocionales, los estados de ánimo, los comportamientos sociales y en la mejora de la memoria episódica.
Para mí, este proyecto ha sido una forma de reencontrarme con el hogar.
Existe todo un lenguaje floral en el que cada flor, follaje y planta lleva asociada una emoción particular. Este lenguaje se hizo muy popular en la época victoriana. Las mujeres en aquella época, elegían el silencioso lenguaje de las flores que les permitía comunicar sentimientos y mensajes que el rigor de las costumbres sociales de aquel tiempo no les permitía expresar libremente. Cada pieza que he desarrollado aquí, también tiene un significado propio. Con cada una de ellas se establece una conversación con mi madre.
A comienzos de año decidí hacer un pequeño invernadero de 18m² donde se ha cultivado la mayor parte de las flores que se han usado para realizar las diferentes piezas que pueden verse en la muestra. También se han utilizado plantas y flores silvestres y algunas cultivadas en el jardín familiar.
En su día mis padres llegaron a tener cinco viveros de flor, cultivando especies como Gladiolos, Crisantemos, diferentes variedades de Rosas, Fresias o Iris, entre otras muchas. Este pequeño invernadero que ha dado germen al proyecto está situado justo donde estuvo su primer vivero, en casa. En esta ocasión hemos plantado Anémonas, Ranúnculos, Astromelias, Dalias, Lilium, Siempre Viva o Amaranto.
Todo el proceso de plantar, regar, abonar, en definitiva, de cuidar hasta la floración, para mí es un símil de lo que hace la familia. En especial una madre, y en particular mi madre. Para mí, esta es la representación más exacta del hogar.
La muestra la componen diferentes tipologías de piezas. En muchas de ellas aparece mi madre, Elena, poblada de vegetación. En otras piezas intervengo el espacio y objetos de nuestro pasado familiar. Al realizar esta serie se arroja un discurso en el que lo efímero está muy presente. Invitan a reflexionar sobre el tiempo, la memoria y la vida.
Complementan la muestra archivos que sitúan el proceso y el pasado que ha nutrido este proyecto; una instalación realizada de forma colaborativa con cubos de maya reticulada y flores cultivadas y posteriormente secadas en casa; y por último una pequeña pieza mural en la que se invita a los visitantes a crear una pequeña flor de lirio de origami para Elena.